viernes, 31 de octubre de 2008

Ultima oportunidad

No le quedaba otra opción. Lejos quedaba el recuerdo de otra vida y sobretodo de sentirse bien consigo mismo.

Su brazo alargado terminaba en un revolver. El dedo índice presionaba el gatillo lo suficiente como para no hacer saltar aquella cabeza por los aires. 

Sentado y maniatado tenía en frente a un desconocido. Había recibido la orden de eliminar a aquel pobre hombre. Ignoraba su pecado, pero esto era algo que hace tiempo no le conmovía lo más mínimo. Muchas veces había pensado: "él o yo".

Como había hecho otras tantas veces no tenía más que disparar, pero esta vez miró a los ojos de su víctima, quiso enfrentarse a la muerte que iba dar. 

Vió una cara desencajada y lágrinas y lágrimas...y más lágrimas. Trás la boca amordazada un ligero quejido se podía oir. 

Todo estaba preparado, cerró los ojos y apretó el gatillo girando el brazo, la bala se incrustó en un pequeño taco de madera a su izquierda.

Desató al hombre y sólo pudo decirle, "vete". Dejó el revolver sobre la silla y salío del barracón donde estaba. 

El sol, en lo más alto del cielo anunciaba un buen día.

lunes, 20 de octubre de 2008

Con cual te quedas?

Real Decreto 604/2006, art. 22 bis.
Estrabon (3,2,4)
Mateo (2,1)
Pi (3,1416...)

Arbitrariedad, historias que pudieron no ser verdad, verdad por que si, matemáticas exactas. 

O mejor, con qué te quedarías si tuvieras que elegir?

Johnny 99, elige: espera, no es tan fácil. 

He pensado que Pi (cual caballo ganador), pero la frialdad de un número y lo poco que es capaz de decir si no va acompañado me hace recapacitar. Así que Pi no será mi elección. 

Lo que está claro es que Mateo no lo será. Para mi es obvio, no quiero herir sensibilidades.

Estrabon, Estrabon,...quizás lo que cuente no sea cierto del todo pero muchas veces es lo único que nos queda para saber.

Real Decreto, varias son las razones para no elegirlo. Primero porque es real, no me va. Segundo por decreto, es decir, por cojones. Y finalmente porque es algo que modifica a otro, que por lo que fuera no quedo claro o no fue suficientemente aclarado la primera vez que se definió (por que hostias no se hacen bien las cosas a la primera, me pregunto).

Con qué me quedo? 

martes, 14 de octubre de 2008

No había salida

Sonó el despertador como todos los días a las 7:00. Alberto se levantó rápido como de costumbre, se duchó y arregló. Apenas tomó algo para desayunar y salió de casa. Bajó al garaje, allí le esperaba su nuevo BMW 535 i. No hacía mucho que se lo había comprado, un poco antes de la dichosa crisis financiera.

Llevaba cuatro meses de director en la sucursal de Ibercaja en Valdefierro, tiempo suficiente para darse cuenta de que las cosas no iban bien, de hecho había estampado su firma en la concesión de varios créditos con dudosa garantía de ser devueltos.

Aparcó en su plaza reservada y se dirigió a la oficina. Beatriz ya había llegado, era la becaria en prácticas que durantes los últimos meses se encargaba de la caja. Gonzalo, de atención al cliente, se encontraba de permiso por el traslado a su nueva casa.

-Buenos días Beatriz, ¿todo bien?
-Si, don Alberto, buenos días.

Alberto entró en su despacho, conectó el portatil y abrió el correo electrónico. En la carpeta de entrada, un mensaje de su jefe de la central de Sagasta, instando a que “colocaran” productos que dieran liquidez a la sucursal y nada de hipotecas sin avales.

Varios clientes hacían cola en atención al cliente y decidió ocupar el puesto de Gonzalo.

Sentado, a la espera se encontraba una persona que parecía inquieta, movía la pierna izquierda sin parar, era obvio que llevaba varios días sin dormir, lo delataban sus ojeras y barba sin arreglar.

-Por favor, adelante (indicó Alberto).
-Si,...buenos días. Me llamo Enrique Sánchez, ¿Gonzalo?
-Hoy le atiendo yo, que deseaba.
-Bueno,... hace unos días le comenté la posibilidad a su compañero de renegociar las condiciones de mi hipoteca. Mire, en casa nos hemos quedado sin trabajo y no veo la forma de hacer frente a los pagos. Me comentó Gonzalo que estudiaría mi caso.
-Disculpe, pero la situación actual no permite...
-Joder!! Puedo hablar con Gonzalo, él lo entenderá.
-Oiga! En estos momentos no podemos ayudarle.

Enrique se quedó horrizado, confiaba en que todo se podría arreglar, pero todo había cambiado. Agachó la cabeza y se tapó la cara con las manos, sentía unas fuertes palpitaciones en el pecho y su pierna izquieda no paraba dar pequeños saltos.

-Por favor, deje paso al siguiente (le inquirió Alberto, sin mostrar mucho respeto).

Enrique, entonces, levantó la cabeza, pero un instante antes de darse la vuelta, sacó de su chaqueta un cuchillo de cocina y se avalanzó sobre Alberto. En un segundo, le rajó la cara en dos direcciones salpicando la sangre en todas direcciones. Sin capacidad de reacción, clavó el cuchillo en el corazón de Alberto, muriendo en ese momento, allí, sentado en el puesto de Gonzalo.

Enrique, lanzó al suelo el cuchillo ensangrentado y salió de la sucursal de Ibercaja, sin mirar atrás, sin mirar adelante,... con la mirada perdida. Corrío al autobus, pero fue este el que se dirigió hacia él sin detenerse. Se oyó un golpe seco.

Mientras, el hilo musical de la oficina anunciaba que el gobierno había inyectado 100.000 millones de euros a la banca y que la bolsa subía como la espuma.