Su brazo alargado terminaba en un revolver. El dedo índice presionaba el gatillo lo suficiente como para no hacer saltar aquella cabeza por los aires.
Sentado y maniatado tenía en frente a un desconocido. Había recibido la orden de eliminar a aquel pobre hombre. Ignoraba su pecado, pero esto era algo que hace tiempo no le conmovía lo más mínimo. Muchas veces había pensado: "él o yo".
Como había hecho otras tantas veces no tenía más que disparar, pero esta vez miró a los ojos de su víctima, quiso enfrentarse a la muerte que iba dar.
Vió una cara desencajada y lágrinas y lágrimas...y más lágrimas. Trás la boca amordazada un ligero quejido se podía oir.
Todo estaba preparado, cerró los ojos y apretó el gatillo girando el brazo, la bala se incrustó en un pequeño taco de madera a su izquierda.
Desató al hombre y sólo pudo decirle, "vete". Dejó el revolver sobre la silla y salío del barracón donde estaba.
El sol, en lo más alto del cielo anunciaba un buen día.
3 comentarios:
Muy bueno. Vas puliendo tu estilo, si señor.
No debe ser nada sencillo disparar a alguien que te mira a los ojos.
Me parece un comienzo de novela cojonudo, ¿continuará?
Estoy dandole vueltas a una primera parte
Publicar un comentario