Estaba claro que hoy se había levantado con el pie izquierdo, sobre todo porque la faltaba la pierna derecha. Como pudo se incorporó de la cama y, cojeando, se acercó al cuarto de baño.
Preparado para lavarse los dientes, se percató que en lugar de estos, sobresalían de su boca unos pequeños ojos azules. "Bueno", pensó.
Terminada la limpieza bucal, abrío el grifo de la ducha y se quitó la ropa. Tres hermosos pechos y dos portentosas zonas genitales lucían su cuerpo casi perfecto. Esta vez evitó pensar.
Se metió en la ducha y descubrió con gran alborozo que en vez de agua caía vino, si vino. No lo dudó y mientras se aseaba, echaba algunos tragos al estupendo caldo que emanaba.
Quizás, ya algo mareado, salió del cuarto de baño y se dispuso para vestirse. Abrió el armario y solo encontró minifaldas y camisetas escotadas. De la mejor forma que pudo conjunto aquello y salío de casa.
Esperó el autobús que le llevara al trabajo. Después de más de media hora de trayecto y de alguna que otra risa, llegó a su oficina. Se olvidó de las llaves en casa y llamó a la puerta. Al abrirse, una gran pancarta colagaba del techo; "SORPRESA". Allí estaban todos sus compañeros de trabajo y junto al jefe, estaba él.