Inició su paseo. Abundaban los edificios de piedra, estaban recien restaurados y le parecieron preciosos. Tenía otra idea de la ciudad donde se hospedaba.
Siguió caminando y sin darse cuenta se perdió por un entresijo de calles estrechas. Pequeñas tiendas y bares con cierto gusto ocupaban los bajos de ambos lados de la acera. Cada vez era menor la luz que alumbra su paseo y en pocos metros tiendas y bares desaparecieron. Tampoco vió a nadie alrededor y el más absoluto silencio le envolvió.
Comenzó a preocuparse, a izquierda y derecha no veía más que calles cada vez más estrechas, solitarias y silenciosas. Hecho a correr, pensó que de esta manera saldría antes de aquella pesadilla. Pero pronto paró, notó que no eran las calles las que se estrechaban, eran los edificios los que se movían y se acercaban. Paralizado, no pudo evitar que en pocos segundos la presión que ejercían los muros contra su cuerpo le llevaran a dejar de respirar a morir, allí, de pie.
1 comentario:
disfrutando de la lectura. Gracias
Publicar un comentario